La Guerra del Peloponeso había
terminado con la derrota de Atenas. Esparta impuso entonces en Atenas
el gobierno oligárquico de los Treinta Tiranos y decretó el fin de
la experiencia democrática. La en otro tiempo orgullosa y
floreciente Atenas había sido derrotada y humillada. A juicio de
Platón tal situación se debía en gran medida al modo de gobierno
democrático.
Platón encuentra dos defectos
fundamentales en la democracia en Atenas: la incompetencia e
ignorancia de los políticos y las luchas de partidos que permitían
que en cualquier momento los intereses de grupo prevalecieran sobre
las necesidades del Estado. Por otra parte había sido la democracia,
restaurada tras el gobierno de los Treinta Tiranos, la que había
condenado a muerte a Sócrates, el mejor de los atenienses. Sócrates
había sido maestro y amigo de algunos de los miembros del gobierno
de los Treinta. Cuando los demócratas recuperaron el poder tomaron
venganza en todos los que habían tenido que ver con el gobierno
anterior, Sócrates quedó entonces en el punto de mira. No era fácil
ejecutar legalmente a Sócrates puesto que su comportamiento había
sido siempre irreprochable, pero bastó con montar un juicio amañado
con testigos y acusaciones falsas. Sócrates, el mejor de los
hombres, el amigo y maestro de Platón había sido injustamente
condenado a muerte. Esto causó una impresión tan grande en Platón
que a partir de ese momento decidió dedicar lo mejor de sus
esfuerzos a pensar cómo debía organizarse la polis (ciudad-Estado)
para que en ella reinara la justicia, para que nunca más ocurriera
que alguien como Sócrates fuese condenado a muerte.
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